eNBlanco | Centro de Salud Mental, psiquiatría y psicología

EL JUICIO QUE TODO LO ESTROPEA. ¡¡LA CULPA NO TRAE NADA BUENO!!

Cuando vivimos etapas o situaciones que no salen como queremos, impliquen a otras personas o no, son muchas las formas de enfrentarlas. Normalmente, el modo en que lo hacemos tiende a ser aprendido. Aunque puede instalarse en nuestra forma de ser de manera tan profunda que parezca que no sabemos pensar de otro modo. Cuando tenemos que decir que no, si nos equivocamos, cada vez que alguien nos dice que le hemos hecho daño o decepcionado, cuando perdemos algo que nos importaba por nuestra actuación… En todas esas situaciones, el modo en que lo enfrentamos decantará como lo vivamos y como vayamos conformando nuestra identidad y autoestima.

Si queremos diferenciar entre ser consecuentes y sentirnos culpables, debemos analizar los juicios que hacemos sobre nuestra participación en la evolución de los acontecimientos y sus circunstancias. En el primer caso, enfrentaremos el fracaso, el dolor o la frustración desde la responsabilidad y la toma de conciencia de que necesitamos aprender nuevos recursos en este tipo de situaciones. Entonces, estas vivencias serán fuente de maduración y aprendizaje, aunque duelan o incluso conlleven pérdidas.

Sin embargo, también podemos enfrentarlos desde el miedo o desde la conciencia de que no hemos sido suficientes, somos malos o merecedores de algún tipo de castigo, es decir desde la culpa. En esta situación será la angustia, la tristeza, la baja autoestima y la creciente sensación de que no somos capaces para enfrentar la vida solos/as, e irán destruyendo la confianza en nosotros mismos poco a poco.

Es importante intentar evolucionar de la culpa hacía el aprendizaje y afrontamiento de las consecuencias de forma constructiva y madurativa. Intentar definir las características objetivas de las circunstancias, lo que salió bien y mal y como se podrían hacer las cosas de otro modo… Intentar no juzgar a los demás, pero tampoco a nosotros mismos y mucho menos presuponer o adivinar lo que piensan de nosotros, por comportarnos como lo hacemos. De este modo, las inevitables equivocaciones y errores que podemos cometer, todo aquello que pueda salir mal en nuestra vida, tiene un aprendizaje que ofrecernos. Y si lo vivimos desde el miedo, la falta de competencia o la expectativa de un perjuicio o potencial castigo, no conseguiremos adquirirlo y sólo seguiremos empequeñeciendo.

La confianza en nosotros mismos, el saber qué, habitualmente tendemos a hacer las cosas sin mala intención y lo mejor que sabemos, deben ser nuestro punto de partida. A partir de ahí, debemos tener la certeza de que todos nos equivocamos y equivocaremos muchas veces, porque aún nos quedan muchísimas cosas por aprender (desde como decir que no, hasta como posicionarnos en las distintas relaciones que mantenemos, hasta como disculparnos cuando nos equivocamos…).

Así que debemos poder elegir entre seguir viviendo con sensación de culpabilidad o seguir madurando a cada paso y por supuesto a cada error. Todo depende desde donde interpretemos nuestras vivencias, que conclusiones obtengamos de nuestra responsabilidad y de que recursos podemos adquirir con dichas vivencias. Al dejar que las emociones negativas que se derivan del potencial fracaso y del juicio de culpabilidad guíen nuestro criterio, nos iremos haciendo más pequeñitos ante el mundo y vulnerables, ante todo.

Si no sabes cómo salir de ahí. Cuando eres consciente de que este problema te bloquea y resta eficacia a la hora de resolver problemas. Si consideras que eres tan poco válida/o que lo más probable es que metas la pata. En todos esos escenarios, nos digan lo que nos digan, podemos ponerle solución. Porque recuerda que, ¡¡pedir ayuda está bien!! .


Texto de Nuria Blanco Piñero